El ojo en el pie


Qué te dice esta foto, tipeé.
¿Te hiciste otro tatuaje?  
No, boludo, es para el taller de escritura. Tengo que escribir algo a partir de esta foto. ¡¿Qué te dice?!
Me recuerda a vos.
Y eso es…
No es nada, sos vos, a vos…
¿Podés extenderte un poco más?
Por las uñas pintadas con un color fuerte y el tatuaje.  En realidad, las uñas tendrían que estar más desprolijas para que sean las tuyas y algunas despintadas.
¡Gracias, che! No sabía que le prestabas tanta atención a mis uñas. No te estarás volviendo medio… 
Igual, está claro que la chica acaba de cojer con un flaco que no le cae bien a su familia…
¿Eh? ¿Estás fumando?
Pablo dejó de contestar. Seguro se le fue la señal. Como vive en un subsuelo que hace las veces de planta baja, la conexión de internet no le dura más de 20 minutos seguidos. Sí, debe estar fumado, pensé. Qué estúpido. De donde sacó esa hipótesis. La foto es simple. Dos pies sobre una manta de colores. Uno en primer plano y el otro escondido entre la tela. El que esta más a la vista tiene un tatuaje. Qué me habla de sexo, qué sabe. Seguro que le jodió lo del tatuaje. Porque siempre odió mis tatuajes. Porque dice que parezco una presa o una india, pero en el fondo le molesta que todos me los hice cuando estaba con mi ex. Los siente sus marcas. Siente que él todavía sigue en mi cuerpo. 
Ahora está de vuelta:
¡No estoy drogado, che! ¡No voy a hacer tu tarea! Si yo hago tu tarea vos Vení a lavar mi auto.
¿Por qué no le cae bien a su familia?
¿Qué decís?
¡La foto! Me dijiste que el flaco no le cae bien a la familia de la chica. ¿Por qué?
Le cae mal porque el es descendiente de coyas. Por eso esos telares sobre los que están acostados.
Y ella, ¿dónde lo conoció? ¿Por qué se acostó con él?
Ella es de una familia aristocrática de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Es muy linda, tiene ojos celeste cielo. Todos en su familia son descendiente de alemanes. El padre de ella es el cónsul honorario, de hecho.
¿De hecho? ¿Cómo sabés todo eso? ¿Quiénes son? ¿Lo conoces?
Esta vez, no se cortó la conexión, pablo no contestó. Se fue. Seguro que se fue a comer algo. Apagué el monitor con bronca y miré la foto sobre el mouse. ¿Por qué le hablaba a él y a mi no? ¿Ya la habría visto cuando vino ayer a la noche? De repente me invadió una mescla de curiosidad, confusión y miedo. Pablo me hablaba demasiado seguro, sabía detalles muy precisos. Sabía o inventaba. Sentía eso que supongo que deben sentir las chicas de las películas de terror cuando están por descubrir al malo detrás de ellas. Son unos segundos antes al darse cuenta de algo. Es una sensación. Es una sensación y mi novio es un pelotudo, eso es todo, dije en voz alta. Pero desde cuándo tenía tanta imaginación. Siempre fue un ingeniero básico, cuadrado. Ya casi ni me importaba escribir el texto, quería saber más de la foto, quería saber más de lo que pablo sabía de la foto.
Este coso es insoportable. Me voy a lavar el auto. Chau. 
¡Pará! No me podés dejar así. Necesito saber más de la foto.
Ya dije bastante. Me voy que se hace tarde. Manteneme al tanto de cómo va la historia.
¿Y el tatuaje? ¿Qué significa el tatuaje?
Ahí está el sentido de todo. Eso lo tenés que descubrir vos. Chau.
Prendí la hornalla repitiendo Ahí está el sentido de todo. Eso lo tenés que descubrir vos. Fui girando la perilla despacio, fantaseando ser la chica de la foto. Lo sentí bastante real: ensayé con la cara el personaje. Bajé los pómulos, aflojé los labios, achiné los párpados. Dije algo como mi familia no te aceptará, porque sos coya. 
Apoyé la pava llena hasta la mitad en el espiral de hierro. Para qué llenarla toda, pensé mientras corría el agua. Calculé diez u once mates, no más y cerré la canilla.
Agarré la foto e hice foco en el tatuaje. Era un ojo. Era un ojo de bicho. Un ojo de dinosaurio en el medio del empeine, de un animal que vio un mundo que ya no está. Me gusto la idea de un ojo abajo, una mirada al ras del suelo. Me tiré al piso e intenté mirar mi casa a esa altura. Qué gran idea tuvo la chica de la foto. Todos necesitaríamos ensuciarnos un poco los ojos, ver más por lo bajo.  
Me entusiasmé con esta idea y pegué un salgo. Rápido, corrí a mi escritorio y busqué un marcador negro. De un tirón brusco me saqué la bota izquierda y apoyé mi pie desnudo arriba del escritorio. Con la foto al lado, fui copiando el dibujo, exactamente en el mismo lugar en el que lo tenía la chica de la foto. Mis músculos se fueron ablandando, sin que me diera cuenta. La tinta fría del marcador en mi piel se iba abriendo como arañitas después del trazo. Cuando estuvo listo, sentí que un escalofrío me atravesó la espalda. Y una puntada de dolor en la nuca me hizo cerrar los ojos. Cayó el marcador al piso y yo terminé volcada sobre el escritorio.
Pablo, llamame urgente. Creo que descubrí el sentido del ojo en el pie. Estoy ciega y veo todo desde abajo.

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